Como cada 25 de julio, día de Santiago apóstol, las ciudades que lo tienen como patrono, estarán de fiesta mañana. Es el caso de la región española de Galicia, cuya capital es Santiago de Compostela y tiene a la figura de Santiago el Mayor como tutor. Pero en ese caso, la fiesta será planetaria.

Dicen que Galicia está ahí donde hay un gallego. Podría valer para la Argentina o para Francia. Tal vez, pero del mismo modo. Lo explicó mejor el escritor Manuel Rivas a la revista Ñ en 2016: “Somos un país portátil, un país de diáspora, de emigración y exilio. Galicia es la sombra de un sueño de la emigración gallega en América”.

En ese mismo diálogo, Rivas –el escritor gallego con mayor proyección mundial– aportó un ejemplo en primera persona: “La primera vez que vine fue en los años noventa y sentí esa excitación de ser de una estirpe de trasmigrados. La literatura es también una forma de trasmigración. La literatura es un lugar de acogida, el lugar común de los expatriados, emigrantes y náufragos”.

Galicia está donde esté un gallego especialmente porque esos gallegos construyen ahí donde vivan una nueva versión de su aldea. En la calle Cuba casi General Paz, barrio porteño de Núñez, una casa luce dos escudos bien visibles de sendas provincias gallegas. A cien metros, sobre la calle Pico, otra vivienda marca la fachada con una vieira amarilla que señala el Camino de Santiago.

En Buenos Aires, los gallegos tienen un museo que honra la memoria de su diáspora, tienen un colegio oficial, y también dos sitios de peregrinación: un cuadro en el barrio de Onde y el dormitorio de un hospital sobre la avenida Belgrano, que permanece exactamente igual desde el 7 de enero de 1950, cuando falleció ahí el prócer Alfonso Rodríguez Castelao.

¿De dónde viene esa necesidad de vivir en Galicia aunque no se viva en Galicia? María Rosa Iglesias tiene dos libros publicados y en ambos su propia historia de migración es tema. Ella tiene una casa porteña en la que vive como en su aldea de nacimiento y cuando habla de su condición de expatriada la define diciendo que es como una planta que crece con las raíces al aire.

En Mar del Tuyú, a 267 kilómetros de Buenos Aires, un vecino construyó un hórreo en la vereda. Lo pintó de blanco y lo techó con tejas rojas. ¿Utilidad? Poca. O mucha, según se vea.