Un tema al que, por suerte, se le ha puesto los ojos desde la ciencia en los últimos años es la falta de capacidad para prestar o tener una buena atención, tanto en adultos como en los más chicos. Entonces, surge una pregunta: ¿Qué factores influyen para esto?

En una nota publicada por este diario, Pablo López, psicólogo del departamento de Psicoterapia de INECO y director de la carrera de Psicología de la Universidad Favaloro declaraba sobre algunas de las señales del llamado Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en adultos.

“En la mayoría de los casos, se detecta en la infancia. Sin embargo, algunas personas llegan a grandes sin saber que lo tienen y, en este segmento, existe un subdiagnóstico. La primera descripción en adultos es de mediados de los ’70, bastante reciente para la historia de la psicopatología”, señaló el especialista.

Según aclaró, es clave diferenciar las distracciones o las dificultades para concentrarse propias de la era de la hiperconexión, de un posible trastorno del neurodesarrollo que afecta aspectos conductuales, sociales, emocionales y el rendimiento académico. “Al igual que en niños y adolescentes, los síntomas del trastorno en adultos tienen una intensidad tal que provoca serias consecuencias en la vida de las personas”, precisó López.

Hay que entender que, en el mundo actual, donde la información abunda y las distracciones están al alcance de la mano permanentemente, mantener una buena atención se convirtió en un desafío mayor, ya que la capacidad de concentrarnos en una tarea y enfocarnos en lo que estamos haciendo es fundamental para tener éxito.

Si se habla del TDAH, es uno de los trastornos del desarrollo neurológico más comunes, y puede persistir durante toda la vida. Se estima que afecta a alrededor del 5% de los niños y aproximadamente al 2,5% de los adultos. Los síntomas incluyen ser impulsivo, hiperactivo y tener poca concentración, atención y habilidades organizativas.

Si bien se la considera una enfermedad altamente hereditaria, también es cierto que los factores de riesgo ambientales adversos (por ejemplo, factores prenatales y adversidades en la vida temprana) y las interacciones entre genes y entorno pueden aumentar el riesgo.

Sin embargo, como se dijo, hay que distinguir entre la patología y la falta de concentración o la procrastinación,​que es la postergación o posposición permanente, o el hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables, debido al miedo de afrontarlas o la pereza.

Los factores a los que podemos prestarle atención para ver si nos estamos distrayendo, evitando tener una buena atención, podrían ser diversos. El principal son las distracciones digitales y la constante necesidad de ver el teléfono celular, redes sociales o correos electrónicos, por poner un ejemplo. Estos estímulos constantes fragmentan nuestra concentración.

Intentar vivir bajo la norma de la llamada multitarea o “multitasking“, si bien puede parecer una forma eficiente de optimizar el tiempo, en realidad suele ser contraproducente porque dividirse en varias acciones diferentes reduce la capacidad de concentración y aumenta la probabilidad de cometer errores.

Tener falta de sueño o estar mal descansado es malo para el correcto funcionamiento del cerebro. Cuando no se duerme lo suficiente, nuestra mente se vuelve más propensa a la distracción y la fatiga mental. El estrés es otro clásico de la distracción. Puede afectar negativamente a la memoria, ya que cuando aparece, el cuerpo libera hormonas que interfieren en el buen funcionamiento del cerebro.

Un sentimiento que está de modo debido a Intensa mente 2, la película furor de Pixar, es la ansiedad. Esta no suele ser buena consejera a la hora de prestar atención, ya que los pensamientos intrusivos y la preocupación excesiva pueden distraernos y dificultar la concentración.